AL .·. G .·. D .·. G .·. A .·. D .·. U

Gran Logia de España

R .·. L .·. Giner de los Ríos nº30 de los VV .·. de Granada

LUTUM SAXUM INMUTARE

Regularidad Masónica

Con el concepto de regularidad masónica, se intenta salvaguardar el sentido original de la masonería y el cumplimiento de los principios fundacionales de la misma. De este modo, en cada país existe una Gran Logia, reconocida por las demás Grandes Logias del mundo, la cual es el garante de la regularidad en ese país y bajo cuyos auspicios trabajan las distintas logias de cada ciudad. En nuestro caso es la Gran Logia de España.

Las logias que no cumplen con alguno de estos principios son llamadas Irregulares (ellos se autodefinen liberales o adogmáticos) y no son reconocidas por las Grandes Logias del mundo representantes de la masonería regular.

En la provincia de Granada existen solamente dos logias masónicas, Giner de los Ríos nº30 y Conocimiento nº158. Si el lector encuentra alguna otra logia en esta provincia, sepa que es de carácter irregular aunque su autodefinición intente disimularlo.

Cuando en 1877, el Gran Oriente de Francia en vista de que la Masonería no es una religión, y por lo tanto, no ha de establecer en su Constitución ninguna doctrina ni dogma eliminó la fórmula del «Gran Arquitecto del Universo», la Unión de las Grandes Logias Alemanas contestó de la siguiente manera:

La Unión de Masones alemanes no exige de sus miembros determinada confesión dogmática con respecto a la existencia de Dios, y la admisión en la Orden no depende de las creencias religiosas.

Sin embargo, los símbolos y rituales masónicos entrañan la idea de Dios, sin la cual serían incomprensibles y carecerían de significado.

Los principios y la historia de la Masonería enseñan y atestiguan la idea de Dios.

Los masones veneran a Dios en el concepto de Gran Arquitecto del Universo.

La sagrada ley moral tiene para los masones su más profunda y recia raigambre en Dios.

Si la Masonería desechara la idea de Dios, su trabajo simbólico perdería toda su fuerza y su más alto objeto resultaría sin fondo y vigor.

La Asamblea de las Grandes Logias alemanas, en nombre de la Unión Masónica alemana, declara, por lo tanto, su convencimiento de que una Logia masónica que no reconozca y niegue la existencia de Dios, no puede considerarse justa y perfecta, y que una Masonería atea deja de ser Masonería.»

LA ORTODOXIA MASONICA

(extracto)

Se ha escrito tanto sobre la cuestión de la regularidad masónica, se han dado tantas definiciones diferentes e incluso contradictorias, que este problema, lejos de estar resuelto, no ha hecho, quizá, sino devenir más oscuro. Parece que ha sido mal expuesto, pues, a menudo, se tiende a fundamentar dicha regularidad sobre consideraciones puramente históricas, apoyándose en la prueba, verdadera o supuesta, de una transmisión ininterrumpida de poderes desde una época más o menos alejada. Ahora bien, es preciso confesar que, desde este punto de vista, sería fácil encontrar algunas irregularidades en el origen de todos los Ritos practicados actualmente. Nosotros pensamos que todo ello dista mucho de tener la importancia que algunos, por razones diversas, han querido atribuirle, y que la verdadera regularidad reside esencialmente en la ortodoxia masónica, y que esta ortodoxia consiste ante todo en seguir fielmente la Tradición, en conservar con cuidado los símbolos y las formas rituales que expresan esta Tradición y que son como su ropaje, y en rechazar toda innovación sospechosa de modernidad. Y es a propósito que empleamos aquí la palabra modernidad, para designar esta tendencia demasiado difundida que, en Masonería como en todas partes, se caracteriza por el abuso de la crítica, el rechazo del simbolismo y la negación de todo aquello que constituye la Ciencia esotérica y tradicional.

No obstante, no queremos decir con ello, que la Masonería, para ser ortodoxa, deba ceñirse a un formalismo estrecho, en que lo ritual deba ser algo absolutamente inflexible, dentro de lo cual no se pueda añadir ni suprimir nada sin hacerse acreedor de algún tipo de sacrilegio; esto sería dar muestra de un dogmatismo que resulta del todo extraño e incluso contrario al espíritu masónico. La Tradición no excluye de ningún modo la evolución ni el progreso, los rituales pueden y deben ser modificados todas las veces que sea necesario para adaptarse a las condiciones variables del tiempo y del lugar pero, bien entendido, únicamente en la medida en que estas modificaciones no afecten a ningún aspecto esencial. El cambio en los detalles del ritual importa poco siempre y cuando la enseñanza iniciática que se desprenda de ellos no sufra ninguna alteración; y la multiplicidad de Ritos no tendría graves inconvenientes, quizá incluso tendría ciertas ventajas, si desgraciadamente no tuviera demasiado a menudo como consecuencia, sirviendo de pretexto a enojosas disensiones entre Obediencias rivales, el comprometer la unidad, si se quiere ideal, pero con todo real, de la Masonería universal.

…»El simbolismo masónico es la forma sensible de una síntesis filosófica de orden trascendente o abstracta. Las concepciones que representan los Símbolos de la Masonería no pueden dar lugar a ningún tipo de enseñanza dogmática; ellas escapan a las fórmulas concretas del lenguaje hablado y en absoluto se dejan traducir por palabras. Son, como se dice muy justamente, los Misterios que se sustraen a la curiosidad del profano, es decir, las Verdades que el espíritu no puede alcanzar sino después de haber sido cabalmente preparado. La preparación al entendimiento de los Misterios es alegóricamente puesta en escena en las iniciaciones masónicas por las pruebas de los tres grados fundamentales de la Orden. Contrariamente a lo que alguno se ha imaginado, estas pruebas no tienen en absoluto como objetivo el de hacer resurgir el coraje o las cualidades morales del recipiendario; ellas figuran una enseñanza que el pensador deberá discernir, y luego meditar, en el transcurso de toda su carrera de iniciado».

Vemos en ello que la ortodoxia masónica, tal y como la hemos definido, se refiere al conjunto del simbolismo considerado como un todo armónico y completo y no exclusivamente a este o aquel símbolo en particular, incluso una fórmula como A L.·. G.·. D.·. G.·. A..·. D.·. U.·., de la que se ha querido a veces hacer una característica de la Masonería regular, como si ella pudiera por sí misma constituir una condición necesaria y suficiente de regularidad y cuya supresión, después de 1877, ha sido a menudo reprochada a la Masonería francesa.

No queremos tratar aquí, al menos por el momento, la cuestión del G.·. A.·. D.·. U.·.. Esta cuestión ha sido, en los últimos números de «La Acacia», objeto de una discusión muy interesante entre los HH:. Oswald Wirth y Ch. M. Limousin; desgraciadamente, esta discusión ha sido interrumpida por la muerte de este último, muerte que fue un duelo para la Masonería entera. Sea como fuere, diremos solamente que el símbolo del G.·. A.·. D.·. U.·. no es en absoluto la expresión de un dogma, y que, si se comprende como es debido, puede ser aceptado por todos los Masones, sin distinción de opiniones filosóficas, pues ello no implica en absoluto el reconocimiento por su parte de un Dios cualquiera, como se ha creído muy a menudo. Es lamentable que la Masonería francesa se haya equivocado a este respecto, pero es justo reconocer que no ha hecho en esto más que compartir un error bastante general; si se consigue disipar esta confusión, todos los Masones comprenderán que, en lugar de suprimir al G.·. A.·. D.·. U.·. es preciso, como dice el H.·. Oswald Wirth, en las conclusiones a las que nos adherimos plenamente, buscar el hacerse una idea racional, y tratarlo de esta manera como a todos los demás símbolos iniciáticos.

Esperamos que llegará un día no muy lejano en que se establecerá el acuerdo definitivo sobre los principios fundamentales de la Masonería y sobre los aspectos esenciales de la doctrina tradicional. Todas las ramas de la Masonería universal volverán entonces a la verdadera ortodoxia, de la cual algunas de ellas se han alejado un poco, y todas se unirán al fin para trabajar en la realización de la Gran Obra que es el cumplimiento integral del Progreso en todos los dominios de la actividad humana.

Publicado originalmente en La Gnose , París, abril de 1910 firmado por T. Palingénius. Recopilado en René Guénon, Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage II, a título documental.